No cabe duda de que, por desgracia, la trata de seres humanos es un fenómeno criminal muy antiguo que se ha venido adaptando a la nueva globalización, principalmente a los flujos migratorios, pero también al flujo de capitales y de información, entre otros.
La globalización crea nuevas dimensiones respecto a los patrones y la estructura de la trata de seres humanos, ya que este fenómeno crea nuevas oportunidades para los delincuentes dedicados a la explotación de personas.
De acuerdo con algunos autores como Villacampa (2012), la trata de personas se encuentra estrechamente relacionada con las migraciones ilegales y estas, a su vez, con la desigualdad y el empobrecimiento de algunas zonas del mundo en comparación con otras. Por tanto, la globalización económica capitalista es una gran explicación del delito de la trata de personas, que no ha hecho sino engrandecer las desigualdades que ya existían.
Además, esta globalización que afecta a la economía hace que el sistema gire únicamente alrededor de los consumidores, lo que provoca que ciertos sectores sociales no puedan acceder al sistema si no es como “productos” que consumir, lo que hace que las bandas del crimen organizado vean una gran oportunidad en la trata de personas.